Hija…

Nunca olvidaré ese día que inició con una ardua labor de parto de ocho horas.

Ese día en el que usé todas mis fuerzas para traer a la vida a quien se robaría mi corazón.

Ese día en el que escuché a un doctor decir: “Ya viene de camino… ¡Puja una vez más!”, y de repente, se fue aquel dolor que atravesé cuando escuché la medicina del grito de vida que esa pequeña expresó.

Ese día que entregó en mis brazos a quien por primera vez me convirtió en mamá.

Ese día en el que mi sueño cobró vida, latía por dentro, me miró profundamente y cuando se echó a mi pecho, dejó de llorar.

Ese 23 de Agosto, hace 15 años atrás, ¡mi vida cambió!


Dejé de dormir para velar tu sueño, revisaba cada parte de ti para sentirme completa, y tu respirar se convirtió en mi oxígeno.

Me dijo aquella enfermera: “nos llevaremos a la niña para que descanses” y sin dudarlo, con voz fuerte dije: “no se la lleven de mi lado, no estoy cansada” porque no tenía sentido dejar ir por horas a quien soñé por años.

Ese 23 de Agosto era inexperta, pero me entrenó el amor inmenso que por ti sentía.

Estás creciendo, pero para mí, siempre serás aquella hermosa bebé del 23 de Agosto del 2005… ¡Mi primera recompensa del cielo!

Ya no uso aquella mecedora para entre brazos hacerte dormir, pero sí estarán siempre mis brazos dispuestos a ayudarte a trabajar todos tus sueños, celebrar tus logros y consolar los días no tan buenos.


¡Te amo, vida de mi vida!

Mi primogénita, bendigo una y un millón de veces tu ser.

Que el propósito de Dios se cumpla en ti, y que siempre su favor y su gracia te acompañen en cada paso que des.

Con amor,

para mi hija, en el año de sus 15 primaveras…