Hermano(a), ¡tú eres fuerte! Y lo tuyo requiere de un mayor sacrificio porque es más grande el resultado.

Seguramente has dicho alguna vez: “¿Por qué a los malos se les da todo sin problemas?”.

La Palabra dice lo siguiente: “No mires la recompensa del malo, porque como hierba verde, secará”. Salmo 37:2.

Ya conoces el proceso de la hierba, y lo fácil que crece cuando es podada, ¿cierto? Mira que frondosa y verde luce… Sin embargo, ¡cuán fácil se seca! No resiste el cambio de estación, y debido a la delgadez y lo frágil del tallo, es arrancada fácilmente.

Por otro lado, en el Salmo 92:12-14 hace referencia a lo siguiente: “El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano”.

¿Tienes idea de la magnitud con la que eres comparado?

La palmera puede tardar de 10 a 20 años (e incluso más) creciendo. Puede alcanzar hasta sus 60 pies de altura… ¡No se detiene! Y sé que cuando piensas en palmeras, piensas en calor, pues precisamente en lugares calientes las hemos visto florecer.

Y ni hablar del cedro en el Líbano, que extiende sus raíces en aquel lugar rocoso.

Tarda siete años en crecer y no tiene crecimiento aparente en la superficie, pero por dentro, no cesa en crecer, en enlazarse a todas las rocas que encuentra en lo profundo hasta hallar una fuente de agua; es ahí cuando surge un crecimiento externo, alcanzando los 40 mts. de altura y convirtiéndose así en un árbol grueso, inmenso, resistente, y puede durar de 2,000 a 3,000 años de vida.

¿Entiendes un poco más ahora?

Es por esto que no puedes comparar tu estado con el de otros, por bien que aparenten estar, porque mientras ellos lucen ante todos su bienestar, no resistirán el cambio de temporada, mientras que tú, en lugares áridos, rocosos y difíciles, estás ¡echando raíces!

Y sí, sé que no es fácil el proceso interno, pero una vez salgas de allí, será imposible que alguien te arranque o te pise.

¿Por qué se te hace tan difícil? Porque el resultado difícilmente será destruido.

Vale la pena esperar mientras tus raíces profundizan hasta conectarse con la fuente, que es Cristo.

Vale la pena porque ¡eres fuerte!